A veces pensamos que a la hora de reflexionar debemos de
hacerlo sobre un tema complicado, complejo, que sin lugar a dudas tenga muchos
detalles y aspectos a analizar. En este caso, no vamos a dedicarnos a
reflexionar sobre ese tipo de cosas. En primer lugar, nos apoyaremos en la
experiencia sensible, es decir, tras realizar un experimento, obtenido del libro "101 experiencias de filosofía cotidiana", tendremos el
honor de expresar nuestros pensamientos y dar a conocer nuestras sensaciones.
Desde mi punto de vista es asombroso cómo, mientras estas realizando el experimento
gustosamente seleccionado se te pasan muchas cosas por la cabeza. Podría haber
elegido cualquier otra experiencia, puesto que había muchas y todas eran
bastante curiosas, pero debido a mi relación con el papel y el bolígrafo,
decidí escoger: "Hacer caligrafía"
El procedimiento es sencillo y el material necesario para
realizarlo es escaso, con un papel y un bolígrafo ya contaba con lo necesario
para empezar. Dicho experimento consistía en lo siguiente:
Durante 30 minutos debía estar escribiendo sobre el folio
en blanco con la mayor claridad y calidad posible. De manera que mi letra fuera
legible y las frases se encontraran dispuestas paralelamente. A su vez, tenía
que escribir de forma continuada, y a ser posible, sin parar. El contenido del
texto era insignificante puesto que lo importante del ejercicio era la grafía.
De este modo, las palabras por
consiguiente no tendrían valor y la forma de escritura y la disposición de las
letras adquirirían un valor primordial. Concentración, ganas y paciencia eran
los elementos necesarios para realizar este sencillo experimento.
Hoy en día, afortunados como nosotros, tenemos una
significativa relación con la escritura ya que nos pasamos el día moviendo
nuestra mano derecha, o izquierda, o las dos, por diferentes razones. Cuando
tenemos cierta edad acudimos a ese lugar llamado colegio, allí nos enseñan a
escribir repasando líneas de puntos que forman las letras del abecedario. Poco
a poco somos capaces de construir frases de modo que nos vamos soltando en este
ámbito.
Una vez que hemos crecido, hemos adquirido una forma de escribir
personalizada, ya no escribimos todos iguales y tenemos nuestra propia letra.
Efectivamente, tengo una letra propia, pero digamos que es un tanto peculiar lo
que provoca que en varias ocasiones la gente no la entienda y tenga que hacer
incluso un esfuerzo por leerla. La situación en la que me encuentro no es nada
favorable puesto que me espera una selectividad que afrontar, y próximamente,
una carrera, y si mi letra sigue calificándose como desastrosa voy a tener
serios problemas. Al realizar este experimento me he dado cuenta de varias
cosas, y reconozco que me ha sido muy útil llegar a las siguientes
conclusiones:
Mientras que escribía mi mente solo pensaba en hacer una
caligrafía medianamente legible y buena, (tampoco pretendía que fuera perfecta
puesto que en un instante no puedo eliminar algo que he adquirido desde
pequeña) de manera que no pensaba en el contenido de las letras, lo que me
permitía estar totalmente concentrada en una sola acción. A medida que fluía la
escritura me percataba de que mi letra se entendía, e incluso podía escribir
recto sin la necesidad de usar plantilla (como hago habitualmente). Pasado un
rato me sentía como si estuviera haciendo un examen, me encontraba tensa, mi
mano agarraba el bolígrafo intensamente como si este se quisiera escapar, y el
grado de concentración era muy alto. Al no poder parar la presión era similar a
la que tiene lugar en medio de un examen donde si te paras un segundo, el
tiempo se va volando y apenas te da tiempo a terminar. A pesar de la mejoría
que notaba en mi letra encontraba que apretaba mucho el bolígrafo sobre el
papel lo que provocaba un leve dolor en mis dedos.
Al finalizar la experiencia
cogí el papel plagado de letras sin ton ni
son y observé cada una de las frases dispuestas en paralelo, estaba satisfecha,
mi letra era un poco diferente a la que suelo hacer. Pero, en mi opinión, no
podría escribir de esa forma siempre. En este caso, solo me he centrado en la
caligrafía, sin embargo, si me hubiera parado a pensar en lo que estaba
escribiendo, mi concentración se hubiera dirigido solo y exclusivamente al
contenido de las palabras. Por otro lado, he podido percatarme de que escribir
correctamente y con claridad me supone un gran esfuerzo, quizá sea porque no
estoy acostumbrada a ello, o tal vez porque el ser humano es flojo por
naturaleza.
Lo cierto es que la mejora de mi letra me supone el doble de
concentración que a una persona medianamente normal. Creo que cuando escribimos
no pensamos en si la letra es correcta puesto que lo verdaderamente interesante
es su contenido. De todas formas ¿de qué me sirve escribir si nadie lo va a
entender? Por lo tanto, he decidido repartir mi concentración, una parte la
dedicaré a la letra, y la otra al contenido de las palabras. Claro que esto no
es fácil, y menos para mí, pero el ejercicio que he realizado me ha hecho ver
que mi caligrafía puede dejar de ser dura.
Por último añadir que existen muchos elementos que
condicionan nuestra forma de escribir, pero los más destacados son:
-El tiempo, cuando quedan cinco minutos para que termine
un examen y te quedan varias frases por plasmar, la caligrafía es lo menos
importante.
-El clima, cuando hace mucha calor el cuerpo tiende a
sudar, de modo que el bolígrafo se resbala entre los dedos dando lugar a una
emocionante lucha entre el papel y el utensilio.
Espero que esta intención de hacer mi letra semejante a
la que he hecho en este ejercicio sea duradera y dentro de un tiempo note una
mínima evolución. Yo me conformo con que todos la entiendan y no sea dañina a
la vista de nadie.
Puede resultar irónico, pero durante el desarrollo del
experimento me replantee la siguiente pregunta: ¿Qué pasaría si mi letra
cambiara radicalmente? En mi caso, ese suceso jamás sucedería a no ser que le
dedicara mucho tiempo a ello, pero en ningún momento he pensado en ello. Las
personas marcan su personalidad a través de la manera en la que realizan
acciones. Sería raro que mi letra dejara de ser la que es. No me siento orgullosa
de ella, pero pertenece a mi...
-Me resultó muy gracioso leer lo que había
escrito.
- En 30 minutos había llenado un folio de múltiples incoherencias.
"Escribir
con claridad, tarea fácil para muchos, un gran reto para pocos"